El Arzobispo de París permitió
fabricar la medalla tal cual había aparecido en la visión, y al poco
tiempo empezaron los milagros. (lo que consigue favores de Dios no es la
medalla, que es un metal muerto, sino nuestra fe y la demostración de
cariño que le hacemos a la Virgen Santa, llevando su sagrada imagen).
En esta capilla escogida por Dios,
la Virgen María en persona ha venido a revelar su identidad por medio de
un objeto pequeño, una medalla, destinada a todos sin distinción! .
La identidad de María era tema de
controversias entre teólogos desde los primeros tiempos de la Iglesia.
En 431, el Concilio de Efeso había proclamado el primer dogma mariano :
María es madre de Dios. Desde 1830, la invocación « Oh María, sin pecado
concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti » que se levanta
hacia el cielo, mil y mil veces repetida por miles de almas cristianas
en todo el mundo a petición de la Madre de Dios, va a producir su
efecto.
El 8 de diciembre de 1854, Pío IX
proclama el dogma de la Inmaculada Concepción : por una gracia especial
que ya le venía de la muerte de su Hijo, María fue concebida sin pecado.
Cuatro años más tarde, en 1858, las
apariciones de Lourdes van a confirmar a Bernadette Soubirous el
privilegio de la madre de Dios.
Corazón Inmaculado, María fue la
primera rescatada por los méritos de Jesucristo. Es luz para nuestra
tierra. Todos estamos destinados, como ella, a la felicidad eterna.
Unos meses después de las
apariciones, sor Catalina es destinada al hospicio de Enghien, en el
distrito 12 de París, para cuidar a los ancianos. Se pone al trabajo.
Pero la voz interior insiste : hay que hacer que se acuñe la medalla. De
eso Catalina vuelve a hablar a su confesor, el Padre Aladel.
En febrero de 1832, hay en París una
terrible epidemia de cólera, que va a hacer más de 20.000 muertos. Las
Hijas de la Caridad empiezan a distribuir, en junio, las 2.000 primeras
medallas acuñadas a petición del padre Aladel.
Son numerosas las curaciones, lo
mismo que las protecciones y conversiones. Es un maremoto. El pueblo de
París califica la medalla de «milagrosa».
En el otoño de 1834 ya hay más de
500.000 medallas, y en 1835 más de un millón en todo el mundo. En 1839,
se ha propagado la medalla hasta alcanzar más de diez millones de
ejemplares.
A la muerte de sor Catalina, en 1876, se cuentan más de mil millones de medallas.
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